A través de los tiempos, especialmente desde el siglo XX ha
imperado en la literatura la violencia ya sea por el poder sobre otros, como
por drogas, accidentes, violaciones, delincuencia entre otros casos que se dan
en nuestra sociedad. Esto tiene muchas causas de acuerdo a las circunstancias.¿
El realismo que dan los escritores en las violencias es al 100% o tal vez a
veces se escribe dando un matiz aparte de lo real? Pueden también los literatos
escribir las causas y soluciones o sugerencias en sus libros? La influencia
literaria es para bien o para mal?
El escritor de la llamada posguerra tuvo
cierta obligación de estudiar la raíz de la violencia con el fin de que pueda
ser entendido y evitar más complicaciones en el futuro.
La
violencia siempre se ha caracterizado por hacer daño, tanto físico como
psicológico. Este puede manifestarse de múltiples maneras (por ejemplo, los
estímulos nocivos de los que depende) y asociado, igualmente, a variadas formas
de destrucción: lesiones físicas, humillaciones, amenazas, rechazo, etc .Las
amenazas que reciben algunas personas y que puede llegar a enfermar al afectado
forman también parte de las violencias sicológicas. La literatura ha abarcado
mas con las violencias que ha sufrido y sufre la mujer .Si comparamos los
escritos la mujer es la que tiene más aspectos de violencia que el hombre
porque la mujer ha presentado violencia desde temprana edad donde las
violaciones han formado mucha parte de los escritos. Los maltratos sufridos por
la mujer se presentan en muchos aspectos de su vida y hay países que maltratan
tanto a la mujer que les obligan hasta usar unos tipos de vestimenta bajo
castigo si no obedecen o acatan las ordenes.
la literatura sigue paso
a paso los hechos históricos. Toma el rumbo de la violencia y se pierde en el
laberinto de muertos y de escenas absolutamente de la historia.
La literatura que trata
el fenómeno de la violencia se puede precisar, en un sentido, como aquella que
surge como producto de una reflexión elemental o elaborada de los sucesos
histórico-políticos
la experiencia vivida o
contada por otros, el drama histórico depende de la reflexión y mirada crítica
sobre la violencia que actúa como reguladora y a la vez como factor dinámico.
Aquí no importa tanto lo narrado como la manera de narrar, Interesa el
personaje como "estructura redonda", en su estatuto semiológico. Lo
espacio-temporal, instancias en que se desarrolla el texto narrativo, está
regulado por leyes específicas, algunas veces por el proceso mental de quien
proyecta uno o varios puntos de vista sobre el acontecer. Es el ritmo interno
del texto lo que interesa, que se virtualiza gracias al lenguaje; son las
estructuras sintáctico-gramaticales y narrativas las que determinan el carácter
plurisémico y dialógico de esos discursos de ficción.
La mayoría de los
escritores que viven la Violencia no tienen la suficiente experiencia para
testimoniarla con una cierta validez. El acontecimiento los seduce. Se quedan
en la exhaustivo inventario de radiografías de las víctimas apaleadas o en la
descripción sadominuciosa de propiciar la muerte.
Algunos escritores ven
en la violencia el funcionamiento de un sistema bárbaro, semicapitalista,
inhumano, pero no atinan a descubrir los mecanismo de ese funcionamiento. En
estos novelistas se produce una crisis de identidad que no logran resolver.
Esta se manifiesta en una práctica escritural que deja entrever el tipo de
mediaciones que la cruzan, particularmente de tipo socio-ideológico, donde se
observan no sólo visiones particulares de la realidad, sino también ciertas
formaciones sociales que se interponen. Conscientes de su complicidad -aunque
sólo fuese la complicidad del silencio- de su clase de mantenimiento de una
sociedad basada en la explotación de otras clases, esos y otros escritores se
alejan de ella, la repudian consciente, política y públicamente, y se
solidarizan, por simpatía, con quienes van a ser sus personajes, pero no
logran, en compensación, identificarse con ellos: pertenecen a otra clase, a
otra mentalidad, a otra cultura cuyos símbolos no aciertan a descubrir o a
interpretar.
.Es bueno que la literatura actual sea más
transparente en lo que respecta a este tema poniendo en sus escritos la verdad
de la violencia desde sus raíces para poder cultivar algo bueno en nuestra
sociedad que se llama justicia.
(Autor anónimo)
Un problema de imaginación
Las matanzas vuelven a extenderse por el mundo como un resumen de
nuestra historia. Una vez más, siempre. El ser humano es un animal
carnívoro y pone con facilidad su inteligencia al servicio de la
destrucción. Las distancias y las abstracciones ayudan a que se acumulen
las cuentas de resultados en la economía especulativa de la muerte.
Siria, Egipto, Irak… la piel de un planeta que da vueltas desde hace
miles de años alrededor del crimen.
Después de los bombardeos de la Segunda Guerra Mundial, y en la
intuición de las bombas atómicas, Pedro Salinas escribió el poema Cero para imaginar a un piloto en el momento de apretar el botón. A la hora de matar resulta más cómoda la distancia que la cercanía.
Las armas de destrucción masiva se dejan caer sobre un mapa. Así no vemos los ojos de las víctimas. Todo
resulta higiénico, científico, perfecto. Claro que la furia y la
crueldad permiten también el asesinato íntimo. El verdugo llega a rozar
el sudor de su presa. Pero se trata sólo de una cercanía geográfica, de
los metros cuadrados de una plaza o de una habitación. El odio y el
miedo convierten los territorios en una materia elástica, abren
distancias abismales en cada centímetro, desdibujan lo que se ve. La
deformación de un enemigo (el monstruo, la amenaza, la fiera) nos hace
observar la existencia de su dolor desde muchos pies de altura. La
compasión queda fuera de órbita.
El escritor japonés Kenzaburo Oé se adiestró en la
compasión cuando entró en contacto con los médicos que consagraron su
vida a la atención de las víctimas de Hiroshima y Nagasaki. El mal era
tan grave que el trabajo no se podía justificar en una esperanza
demasiado fuerte. Tampoco era posible abandonarse a la renuncia y la
paralización porque el dolor estaba ahí, muy cerca, sin posibilidad de
refugio en el pasado o en el futuro. Se trataba sólo de resistir, de
acompañar, de mantenerse, de seguir un segundo más, un minuto más,
frente a la consternación.
Cuidar a los otros nos pone en contacto con nosotros mismos, nos
ayuda a imaginarnos. En la conciencia humana actúa la inteligencia, pero
también las emociones y la imaginación. Kenzaburo Oé acabó de
comprenderse a sí mismo como persona y como escritor cuando su hijo
mayor nació con una grave deficiencia mental. Aprendió a resistir, a
elegir con cuidado las palabras y a disfrutar de las alegrías. Las debilidades nos hacen más fuertes que el poder. Lo cuenta Oé en Un amor especial,
el libro en el que habla de Hikari y en el que recuerda unas palabras
de Rousseau: “Sólo la imaginación puede enseñarnos el dolor ajeno”.
Esta idea la recoge también el novelista John Berger en Un hombre afortunado.
“Si lloras es porque tienes imaginación”, dice un médico rural para
consolar el llanto de un niño. Frente a las distancias especulativas del
odio y de la destrucción, el ser humano inventó el arte. Es verdad que
las imágenes y las canciones nacieron para exaltar a los dioses y a los
jefes de la tribu. Es verdad que a lo largo de los siglos se ha escondido la barbarie debajo de la belleza. Hemos
encontrado a muchos asesinos escuchando a Wagner en un campo de
concentración, mientras los científicos resolvían problemas matemáticos
para sus armas de destrucción masiva. Así es nuestra historia.
Pero también es verdad que el arte educa nuestra sensibilidad y nos
ayuda a mirar a los ojos, a descubrir una vida propia y un espíritu en
cada cuerpo. Nos ofrece la imaginación moral necesaria para comprender
el dolor ajeno. Si hay un lado carnívoro en el ser humano, existe al
mismo tiempo una parte compasiva que convierte la realidad en una
conversación y al individuo en un lugar hospitalario. El yo soy otro de
Rimbaud puede conducir a la extrañeza de uno mismo, pero también a
nuevas formulaciones como yo soy en los otros o los otros son también
yo.
Es una desgracia que los ministerios de educación estén tan
interesados en identificar el éxito con el lado carnívoro y avaricioso
del ser humano, en vez de cultivar la imaginación moral que nos ayuda a comprender el dolor ajeno. Egipto, Siria, España…
Tomado de Revista electrónica de literatura