Una y otra vez, desde su nacimiento, Juana habría de escuchar su sentencia: las mujeres son inferiores al hombre en cuanto a concepción, posición y voluntad se refiere. Eran las palabras de su progenitor. Y también las de San Pablo, uno de los padres fundadores de la Iglesia. Nadie, y menos durante la expansión carolingia y su brutal imposición del cristianismo, habría osado pensar de otro modo. Pero las leyendas sajonas de su madre, y una curiosidad irrefrenable, no tardaron en sembrar la cabeza de Juana con más dudas que certezas. La sabiduría era la única forma de encontrar la respuesta y, con menos de diez años, ella estaba decidida a seguir su senda. Por supuesto, la balanza no se inclinaba a su favor. Su padre no consentiría en darle educación a una niña; aquello era una herejía y una provocación directa a los designios del Señor.
Afortunadamente, Juana encontraría en su hermano Mateo a un primer cómplice dispuesto a revelarle las Sagradas Escrituras, y darle las primeras lecciones de latín y griego. Después vendría Esculapio, tutor de su hermano Juan, un hombre con la inteligencia necesaria para brindar a Juana la oportunidad que merecía: el acceso a la vida religiosa. Atrás quedarían familia, identidad, e incluso su propio sexo, por los sacrificios que su vocación imponía. En esos primeros días, Juana nunca hubiese imaginado que el trono papal, algún día, se encargaría de resolver todos los enigmas de su vida.
Donna W. Cross
En La papisa, su primera novela, Donna W. Cross retrocede hasta el siglo noveno para narrar una de las historias más extraordinarias del mundo occidental: la de la papisa. O en otras palabras, la vida del papa Juan; la única mujer que, ocultando su identidad, habría llegado a ocupar el trono vaticano. Leyenda o realidad, lo cierto es que la existencia de un Santo Padre femenino, posterior al período de la expansión carolingia, parece haber sido universalmente conocida y aceptada hasta mediados del siglo diecisiete; época en la que la historia comenzaría, supuestamente, a ser encubierta por decisión de las autoridades protestantes y católicas. En la actualidad, resulta casi imposible determinar si el papa Juan Ánglico realmente existió.
Con la intención de crear una obra de ficción, más que un estudio histórico, la autora dedicó siete años de su vida a la investigación y escritura de esta novela. Su trabajo contó con el apoyo de numerosos académicos, así como con material de diversos centros de estudio, dentro y fuera de Estados Unidos.
La papisa fue llevada al cine en 2009 dirigida por el director alemán Sönke Wortmann.
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